¨Toda la cultura de los 60 -incluida la contracultura- está plagada de elemoentos iconográficos que, divulgados y amplificados por los media, acababan eclipsando aquello que pretendían representar.
El pop art típico de la década será la principal versión proctórica de se juego transgresor, capaz de transformar en obras de arte, (...) los objetos y las imágenes más triviales de la vida cotidiana (...).
La imagen (...) era el mensaje. (...)
Angela Davis fue conciente, segús sus propas palabras, ¨del poder invasor y transformador de la cámara¨y de su capacidad para convertir una imagen en ideología, y viceversa;
con una virtud añadida que daba una fuerza incontenible a su imagen:
el sentido polisémico de aquel nuevo ícono, en el que unos vieron el vivo retrato de un ¨mounstro comunista¨y otros una ¨revolucionaria carismática y arrolladora, dispuesta a liderar la lucha de las masas¨...
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